Post 14: La Cabina
Esta mañana, sorprendentemente para mí por eso de que es domingo, me he levantado relativamente pronto y he decidido ir a hacer unos recados que tenía en mente. Mi día ha empezado siendo bastante productivo. Tengo la suerte de vivir en un cúmulo de paz al lado del gran bullicio de la famosa Gran Vía. Pues bien, a la que me dirigía de vuelta a casa me he percatado de que todavía existe una cabina telefónica a espaldas de la famosa arteria madrileña. Y lo más curioso es que estaba siendo usada por un señor de unos 70 años.
Nací a principios de los 90, así que el hecho de ver cabinas telefónicas por la calle era algo bastante común, pero que actualmente choca ver. Todo el mundo posee un teléfono, ya sea de última generación o no, con el que poder comunicarse con quien quiera en cualquier momento. Pero por aquella época no era así. Según atravesabas la puerta de casa estabas incomunicado, en el mejor de los sentidos. Vivías desconectado del mundo, lo que te hacía conectar con la sociedad, paradójicamente. Hablábamos más con quien teníamos al lado, se entablaban conversaciones más fácilmente. La gente se miraba a los ojos. Si querías llamar por teléfono o bien esperabas a llegar a casa o pedías prestado el que tenían en el bar de turno.
Recuerdo esa época con bastante cariño. Cuando iba al colegio y llegaba a casa, cogía el teléfono y esperaba a que sonara porque había acordado con alguna amiga el llamarnos. Y nos pasábamos horas hablando. O recibir la esperada llamada diaria al fijo de aquel compañero de clase que no se enteraba de nada. En cierto modo creo que éramos más felices, vivíamos en otra órbita.
Ahora ya no. Tenemos la cabeza dentro de una pantalla que no hace otra cosa que desvirtuar nuestra existencia. Nos movemos y actuamos en base a los likes, retweets y visualizaciones en nuestras redes sociales. Queremos que nos vean. Queremos que nos presten atención, pero no nos damos cuenta de que eso, más que aportar, nos resta. Creemos que nos da libertad, pero nos encadena y nos encierra más que nunca.
Me gustaría ser como ese señor. Salir de casa y vivir. Y si algo ocurre, ya habrá una cabina.
