Post 2: Infancia
Ya era hora de hacer limpieza. Me he tirado casi toda la mañana reorganizando mi habitación y han aparecido grandes joyas de mi infancia. Entre ellas, un CD de “Barbie” para crear ropa. Quizás una chispa para iniciar mi incipiente creatividad. O quizás el inicio de una reflexión bastante interesante.
Llevo desde ayer por la noche encontrándome muy mal y todo ha derivado en que tengo bastante fiebre. Quizás por eso me pongo a divagar, a pensar mientras intento dormir y no puedo gracias al nieto o nieta de los vecinos de abajo. Y entonces una idea viene a mi cabeza, como un rayo de luz. Seguramente por la situación vital en la que me encuentro llevo unas semanas planteándome según qué cosas. He llegado a un punto en el que siento que estoy terminando de madurar, que por fin, con casi 27 años estoy descubriendo la vida tal cual es y, por tanto, me estoy terminando de descubrir a mí misma.
Debido a esto me planteo un serie de cosas, entre ellas el ser madre. Y es aquí cuando algo muy claro no abandona mi pensamiento. Analizando mi infancia me doy cuenta de que mis padres, probablemente por encontrarse en una década de bonanza económica, se esforzaron en darme una gran cantidad de cosas materiales: juguetes, ropa, películas en VHS, libros, etc. Cosas que sustituyeron al cariño que, en bastantes ocasiones, hubiera necesitado más que la película de Pocahontas. Es algo que no paro de pensar y que tengo muy claro que no haré con mis futuros hijos. Sé que cometeré mil errores y que es probable que todo esto que estoy exponiendo al final no se cumpla, pero me esforzaré todo lo posible para que mis hijos vean en mí un referente, alguien en quien apoyarse, a quien a acudir, ya sea en las buenas y en las malas. Que sientan que no les voy a abandonar ni les voy a hundir, que siempre les apoyaré.
Porque de eso se trata, ¿no?
